L. H. C. | Descargar PDF

Señoras y señores ¡corran a su librería! Por fin un Bestiario de la Física (hasta el momento a tal respecto podemos recomendar las Cosmicómicas de Italo Calvino), o casi, y muchas más sorpresas. ¿Agustín García Calvo? (uno se ve tentado de cambiar las interrogaciones, con las que el ¿autor? firma, por admiraciones) en el libro que recomendamos muestra, toca y hurga en la llaga viva en que se encuentra aquélla, cárdeno y aun pultáceo estado tan alejado de las hagiografías que nos vende la televisión. Televisión, como término genérico de los media, capaz de trasmutar a ese individuo que fue amargado y resentido, incompetente para reconocer el valor de investigaciones posteriores a la suya, obsesionado en la búsqueda de no se sabe qué Totalidad, y para ello diestro en modificar hipótesis ad hoc, ese judío militante impulsor de la bomba atómica y que hace el ridículo en sus cartas a Freud, capaz de sublimar, digo, esa nigredo llamada Einstein nada menos que en la figura del sabio que sustituye a Sócrates.

Pues bien, en éstas llega el maestro García Calvo, sin interrogaciones dado el inconfundible estilo que se gasta, a recordarnos otra vez elementales asuntos, dentro de su constante lucha contra el poder, como él mismo recuerda, parte del cual consiste, por ejemplo, en el anarquismo constituido en Credo. En efecto, si el libro se ocupa de la Física y sus (nada inintencionados) dislates, lo hace en tanto que caso ejemplar y “actual” de Ciencia de la Realidad, como otrora lo fuera la Teología, a la que viene a prorrogar. La Física, viene a explicarnos, se encuentra presa en la insuperada paradoja de Zenón: “Lo que se mueve no se mueve ni en el lugar en que está ni en el lugar en que no está” (fr. 4 D-K), de la que las conocidas parábolas de la flecha, Aquiles, etc. no serían sino otras tantas ilustraciones igualmente innecesarias. Y aun dentro de esta aporía se manejaría mejor con reflexiones como la de Demócrito, quien postula el vacio como subrealidad y cuyos átomos, es decir, indivisibles, de nuevo reaparecen en la constante de Planck.

Y lo está porque desconoce, como toda Filosofía o Ciencia, la diferencia entre Realidad y Verdad. Es decir, que ella misma es un caso de lenguaje, como la medición misma lo es. Tomando como primaria a physis o natura, y como “segunda o derivada” la Realidad social, siendo que aquella se desarrolla “como idea o fe en la realidad” que ésta requiere, desde que el jefe de la tribu llevara en su chepa al adivino hasta los actuales dispendios, por ejemplo, en la aceleración de partículas. Trampa misma que incluye a cuantos toman “las cosas como son” si bien sea, hemos dicho, para combatirlas. O en otros términos, los de Protágoras ahora con traducción del propio (con perdón) García Calvo: “de todas las cosas es medida el hombre, de las que son lo que sean, y de las que no son lo que no sean en cuanto que él no es lo que es”. Traducción que, entre otras virtudes, evita una anacrónica, y metafísica, y escolástica, “existencia”.

Andan así torpemente estos científicos trayendo y llevando, sacando y metiendo al observador (“he or she”, of course) en lo observable, en el embeleco de la oposición de lo objetivo y lo subjetivo. Como si Protágoras no, y la lengua tampoco, nos mostrara una y otra vez que ella, bien lo vio Heraclito, no es lo uno ni lo otro sino la condición misma de ambos. Se entretiene García Calvo en ofrecernos como Apéndice un abundoso muestrario de estos desvaríos, eso sí hilarantes y por tanto a la altura del propio cuerpo del libro, espigados de diversas publicaciones científicas, las más, como la que ahora nos acoge, residentes en la Red.

De la riqueza del libro, asombrosamente fácil de leer teniendo en cuenta la materia (¿¡) de que trata, no quiero dejar sin señalar un detalle jocoso como aviso para los nautas del muy proceloso ponto de las Ciencias -sic- Sociales, no ha tanto del Espíritu: las apelaciones a lo humano (para el Humanismo trascendental siga viéndose Las Palabras y las Cosas, de otro maestro, Foucault, del que nuestro machismo (residual) no nos deja disfrutar como representante de no se sabe qué literatura homofílica, misantropos como al parecer seríamos). Así, para algunos físicos o creyentes, las consideraciones sobre que el actual estado de la Física requiere de... explicaciones psicológicas (por el Santo Prepucio de Guillermo de Aquitania), la recuesta de una teoría de la conciencia (eso sí, a veces confundida con el cerebro, nada raro en tiempos estos en que vemos proliferar tanto producto alimenticio que según nos venden, desarrolla nada menos que el “sistema cognitivo”), el recurso al principio antrópico, etc.

Lo dicho, vayan a la librería, verán que bien.

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