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Lecturas y relecturas
El año de la liebre. Arto Paasilinna. Madrid: Ediciones de la torre. Biblioteca nórdica, 1998 [1975].
Traducción: Ursula Ojanen y Juan Carlos Suñen

José J. Cañas | Descargar PDF

En todas las áreas del pensamiento humano es costumbre clasificar, categorizar las cosas para mejor entenderlas. Aunque es verdad que las categorías tienen una función instrumental importante y positiva, la mayoría de las veces son sujetivas y pueden ocultar más que esclarecer los objetos o hechos que queremos explicar, sesgando nuestro pensamiento y obstaculizando visiones alternativas posibles. Por ello, puede parecer un atrevimiento por mi parte hacer una reseña de este libro apelando a categorías. Sin embargo, para encuadrar la novela que quiero comentar permítaseme hacer dos grandes categorías que quizás podamos aplicar a la literatura, aunque con todas las reservas posibles, desde luego.

Por una parte, tenemos la literatura donde encontramos los grandes temas humanos, temas que podemos calificar como atemporales y no ligadas a formas culturales concretas. Son los grandes temas que encontraremos en cualquier periodo de la historia humana o en cualquier contexto cultural, aunque, indudablemente, se cuenten con personajes concretos que vivieron en un momento y un lugar determinado. Por ejemplo, se puede escribir sobre los hechos que ocurrieron en un castillo de Dinamarca, o en un lugar de la Mancha o en Macondo, pero los leeremos como lo que son, grandes dramas humanos sin más, como dramas que nos atraen por su relación con nuestros propios dramas. Son historias que van más allá de los hechos concretos y por eso podemos leerlos como nuestras. No es necesario que hayan matado a nuestro padre, o que su asesino se haya casado con nuestra madre, o que seamos un hidalgo manchego o que nuestro padre se quemase con una lupa que le vendió un gitano que se llamaba Melquíades. Millones de personas han leído esas historias encontrándose a sí mismas en ellas a lo largo de los siglos y de las culturas.

Por otra parte, tenemos la literatura que se escribió para contarnos algo sobre una forma concreta de ver la vida, una cultura dentro de un paisaje y un tiempo determinados. Su fuerza está precisamente en su poder para trasmitirnos, sobre todo a los lectores ajenos a ella, las claves para entenderla. A esta segunda categoría pertenece la novela de Arto Paasilinna, “El año de la liebre”.

Vatanen, un periodista de mediana edad, vuelve a casa en coche con un compañero de trabajo y atropellan a una liebre que queda mal herida. Ese hecho desencadena la odisea de Vatanen por las tierras finlandesas, con una interesantísima incursión en tierras rusas. Esta odisea no lo devolverá a casa, entendida como un lugar físico de unos cuantos metros cuadrados, con una mujer, su mujer, y un hijo, su hijo, a los que abandonó un día pero que siempre estuvieron en su mente, como le ocurrió a Ulises, si no más bien todo lo contrario. El atropello de la liebre, le llevará a encontrar su lugar en el mundo como lo entienden los finlandeses, un mundo sin paredes ni fronteras, donde los árboles, los lagos, los animales le harán sentirse más unido a la naturaleza que a los demás seres humanos.

A un lector mediterráneo, nacido, criado y engordado en una cultura gregaria, donde el sueño es vivir en una calle llena de gente, donde conoces por su nombre al tendero de la esquina, te rozas con muchas personas que como tú pasean el sábado por la mañana después de desayunar en el mismo bar de siempre y que, posiblemente, han comprado el periódico en el mismo quiosco que tú, esta novela le descubrirá una cultura apasionante y totalmente diferente a la suya. En la novela se narra la historia de un hombre que se aparta de todo lo que ha sido su vida y busca la distancia con respecto a los demás seres humanos mientras que cuida de una liebre, se pierde entre bosques y lagos y se enfrenta por su supervivencia con un animal, un oso, con el que se identifica más que con sus iguales.

La novela de Paasilinna no es un libro de viajes en el sentido clásico que le damos a esta forma literaria entre otras cosas porque no está escrito por un viajero de otra cultura que escribe sobre lo que ve. Paasilinna es un finlandés escribiendo sobre los sueños de cualquier finlandés. Por eso, cuando el lector comienza el viaje con Vatanen, se mete en la piel de los finlandeses para intentar ver, sentir y pensar como ellos se entiende a sí mismos. Con su liebre, Vatanen inicia un viaje hacia el sentido mismo de la vida como se entiende en aquellas tierras de lagos, bosques y nieve. Rompe con todo y vuelve a donde un finlandés se encuentra a sí mismo, la pura naturaleza, esa naturaleza inhóspita donde está su verdadera naturaleza. Cualquier intento de atraparlo será inútil. Seguirá escapando hasta que los demás seres humanos no lo intenten más.

Es muy interesante el juego que se inicia entre Vatanen y la estructura social en la que se encuentra. Parece que Vatanen se está escapando, pero no lo está haciendo en realidad. Escaparse significa huir de alguien o de algo que intenta atraparte. Sin embargo, la estructura social lo admira y él sale de ella como si fuese agua que se escapa de una mano que intenta cogerla. Cuando toma su liebre y comienza a salir de la cárcel donde está preso, no se está escapando. Los vigilantes lo ven salir y no hacen nada para impedírselo porque no se está escapando, está simplemente saliendo y toda Finlandia querría salir con él para volver al bosque.

En una época como la que vivimos, donde nos desayunamos todos los días con discusiones sobre identidades, es muy recomendable conocer la visión que tienen los finlandeses de lo que es “cultura”. Este pueblo que genéticamente no tiene un origen claro, y su idioma aún menos, sin embargo tiene una idea muy clara de cual es el origen de su cultura, la naturaleza. Para los finlandeses hay sólo seres humanos y animales que comparten un ambiente, en su caso bellísimo pero inhóspito, en el que tienen que aprender desde pequeños a sobrevivir por sí mismos. No hay más. Son como son porque viven donde viven. Todos los intentos de definir un carácter nacional basado en la genética o en la lengua han fracasado. Son finlandeses porque tienen que sobrevivir seis meses del año en una oscuridad intensa, entre la nieve y sin ayuda de otros seres humanos. Como los osos.

Cuando Vatanen tiene el encuentro con el oso, ambos se reconocen como iguales, ni amigos ni enemigos. Tienen que luchar entre ellos porque tienen que sobrevivir. Durante su persecución, Vatanen llega a la frontera rusa, la cruza, y en ningún momento piensa en si está o no en otro país. Los rusos, con sus sistemas de vigilancia fronteriza, lo detectan, lo dejan seguir y lo observan con pasión. En ningún momento piensan en pararlo. Se están viendo a sí mismos persiguiendo a un oso. Ellos también comparten la misma naturaleza aunque hablen otra lengua y tengan regímenes políticos diferentes. Ellos también están persiguiendo al oso y cuando encuentran a Vatanen lo abrazan como un igual y se emborrachan con él como camaradas de los bosques y los lagos para celebrar la victoria del ser humano sobre un animal que compite con él por la misma naturaleza.

Posiblemente, la novela de Paasilinna no sea la mejor novela finlandesa. Ni siquiera es la que mejor refleja el carácter de este pueblo. Muchos expertos señalarían otras novelas, entre ellas posiblemente “Los siete hermanos” de Aleksis Kivi, cómo las novelas cumbres de su literatura finlandesa. Sin embargo, creo que esta novela es una buena compañera de viaje para todas aquellas personas que quieran acercarse a la forma de pensar y sentir de este pueblo que Ganivet llamó “los hombres del norte”, tan diferente al pueblo mediterráneo, ahora como hace un siglo, cuando Ganivet lo visitó. Para leer este libro no es necesario que el lector comparta la pasión que el autor de esta reseña tiene por esta cultura de bosques, lagos, osos y seres humanos. Leyéndola sólo debe buscarse una ayuda para la comprensión de otra cultura, ahora que tan necesitados estamos de alejarnos el etnocentrismo que nos devora.


Arriba

 

ÍNDICE

Materia

Volverse loco no está al alcance de cualquiera.
Judit Bembibre Serrano y Lorenzo Higueras Cortés

El desequilibrio de la proporción. Mª del Coral Morales Villar y Francisco José Comino Crespo

Acercamiento a la representación plástica de la locura en Occidente. Victoria Quirosa García

Delirio y drama en Daniel Paul Schreber. Sergio Hinojosa Aguayo

Del qué al quién. Ciclotimia, celotipia y psicosis paranoide en Él de Luis Buñuel. José Luis Chacón

Varia

Un ejemplo de análisis de una obra medieval: el madrigal Fenice Fù de Jacopo da Bologna. Enrique Lacárcel Bautista

Una aproximación a la producción religiosa de Antonín Dvořák: el caso del Requiem op. 89 Enrique Lacárcel Bautista

Sobre el problema de la experiencia privada en Wittgenstein. José Eugenio Zapardiel Arteaga

Sobre la Comunidad de de la Diferencia. Sergio Hinojosa Aguayo

Freud, Habermas y la cuestión de la política. Miroslav Milovic

Algunas consideraciones iniciales sobre un crítico del 27: Luis Cernuda. Mariano Benavente Macias

Homo bulla. Notas sobre el último libro de Juan Carlos Abril. Juan José Ramírez

Glosario de (contra)psicología y guía de conversación (I). Abulia. Judit Bembibre Serrano y Lorenzo Higueras Cortés

Galería

Una semana distinta. Marta Iglesias

Lecturas y relecturas

Vespro della Beata Vergine de Claudio Monteverdi. Francisco José Comino Crespo

Al otro lado, con Milena. José Pallarés Moreno

Carta abierta a José Julio Cabanillas con motivo de La luna y el sol. María Ángeles Pérez Rubio

Aulaga de Rafael Juárez. Pablo Valdivia

Ferias de María Salgado
Mª Jesús Fuentes

El dolor de las cosas de Joaquín Rubio Tovar. Enrique Nogueras

El año de la liebre de Arto Paasilinna. José J. Cañas

Los Indomables de Filippo Tommaso Marinetti. Mamen Cuevas Rodríguez

Cuevas de Pilar Mañas. Susana Bernal Sánchez

El Personero. Portavoz y Defensor de la Comunidad Ciudadana de José Rodríguez Molina. Lorenzo Higueras Cortés

¿Qué es lo que pasa? De Agustín García Calvo. LHC

El Hospital Real de Granada. Los comienzos de la arquitectura pública de Concepción Félez Lubelza. LHC