María Luisa Jiménez Rodrigo
Quisiera comenzar estas reflexiones sobre el consumo de tabaco entre las mujeres rememorando el célebre cuplé Fumando espero, que comienza: “Fumar es un placer genial, sensual. Fumando espero al hombre a quien yo quiero, tras los cristales de alegres ventanales…” [1]. En esta canción se representa una práctica innovadora, casi revolucionaria, que estaba empezando a ser -si bien muy débilmente- asumida por determinados grupos de mujeres en la década de los veinte y treinta del pasado siglo. Las mujeres comenzaban a fumar. Y entonces como ahora, detrás del humo del cigarrillo en manos de una mujer se esconden deseos, imágenes, expectativas y anhelos muy particulares y que trascienden de la mera inhalación de nicotina. Y es que las mujeres fumadoras siempre han esperado. Como dice el cuplé, esperan al hombre al que quieren; pero también esperan relajarse, controlar su peso, parecer atractivas frente a los varones, exhibir su feminidad y reivindicar su libertad e independencia…
Judit Bembibre Serrano y Lorenzo Higueras Cortés
I. El sacrificio
...y se mueren sin comprender como los animales...
Rilke
El sacrificio excluyendo incluye, es una ordenación del espacio, en torno o desde el poste de sacrificios o al ara, por tanto una operación simbólica que erige la comunidad (comunitas) a condición de incorporar lo que le es exterior, desprendiéndose de un resto, la pretensión contraria, que florece en los discursos racistas o salutíferos, de evitar toda pérdida y negarse a cualquier agregado externo, de mantener la inmunidad (immunitas) no es sino una condena a muerte [2]. Esta pretensión es sin embargo la lógica propia ilusoria capitalista de la acumulación (de la mierda, dirá Freud) que no es sino, al otro lado del espejo, cuanto más desvinculados los productos de su valor de uso, la conversión de verdaderos bienes, la lentitud, la indolencia, el diálogo, pero también el aire, el agua, la comida, en deshechos.
Victoria Quirosa García
Lo que los pedantes llaman capricho, los necios locura, los ignorantes alucinaciones, lo que antaño se llamaba furor sagrado, lo que hoy se llama, según sea la variante del sueño, melancolía o fantasía. Este irregular estado de ánimo que constante en todos los poetas ha mantenido incesantemente invocadas o evocadas como si fueran cosas reales, lo que no son sino abstracciones simbólicas, la lira, la musa, el trípode, esta singular apertura a inspiraciones misteriosas es necesaria para la vida profunda del arte.
Victor Hugo [2]
1. Introducción
Droga y arte forman un binomio que puede ser estudiado a lo largo de la historia, pensemos desde la antigüedad cuando formaba parte de los ritos propiciatorios vinculados a la religión hasta su uso deliberado en los años sesenta, por ejemplo. Una relación indirecta que poco a poco va perfilándose como una elección libre, una búsqueda e incluso una prescripción médica, pues el tratamiento que han recibido estas sustancias ha sido muy desigual. En palabras de Vilma Torselli [3], la droga evita la inhibición y libera la creatividad de la barrera del racionalismo, y quizás por esto en el mundo del arte y la cultura ha tenido muchos profetas, muchos teóricos y muchos practicantes.
Antonio Martínez López
La impepinable soberanía del consumidor es el Talón de Aquiles sobre el que descansa la justificación teórica de la economía política capitalista, y en definitiva, la causa última por la que nos levantamos a las seis de la mañana en invierno para ir a hacer un trabajo que sólo parece gustarle al "Jefe".
La ciencia estrella de la burguesía, o de los que tienen la sartén por el mango, se llamen como se llamen, es la economía, la "ciencia de la economía de mercado". Para la nutrida cuadra de Gurús económicos que viven al rebufo de los aumentos de la productividad del trabajo (que siempre salen de las costillas de los currantes) el consumo está catalogado como el acto supremo de la soberanía de un individuo en una sociedad libre.
Carlos Almira Picazo
Cuando yo era joven y de izquierdas (muy de izquierdas), tenía una idea muy clara: había que cambiar el mundo. Este sentimiento se había ido gestando en mí, durante mis años universitarios, allá por los ochenta, en la Facultad de Filosofía y Letras de Granada. Todo lo que leía y veía en aquel entonces, en los medios y en la calle, me confirmaba en esta “verdad”, actuaba en mí como una especie de palanca y de banco de prueba de esta verdad incontestable.
Yo era un extremista, por supuesto sin saberlo. Que alguien pudiera disentir, o actuar movido por otros fines diferentes a los míos, que yo daba por sentado como universales, me parecía no sólo vituperable sino casi obsceno. Me repugnaba, como supongo que a los fundamentalistas de cualquier credo, la moderación o la simple indiferencia de los otros, que invariablemente atribuía a insensibilidad, egoísmo o ignorancia, o las tres cosas a la vez. ¡Cuántas horas discutí por asuntos que ya ni recuerdo, y cuántas falsas amistades anudé por ellos, y cuántos enemigos que no lo eran, me hice por una simple discusión política o histórica!
José Antonio González Alcantud
Cada vez que nos acercamos a una figura intelectual que ha tenido vinculaciones con el fascismo o el nazismo de los años treinta, como Mircea Eliade, sentimos una profunda inquietud. La idea del hombre que se enfrentaba desnudo a la crisis civilizacional estaba muy enraizada entre los intelectuales previos a la Primera Guerra Mundial, y con el decurso de ésta y su desenlace no hizo más que aumentar. El rousseaunismo que invitaba a extirpar la hipocresía burguesa creció por doquier, y quizás tuvo durante la segunda gran confrontación europea en L.F. Céline y en P. Drieu la Rochelle sus sujetos y obras más logrados en el campo literario (G. Alcantud, 2000; Saumade, 2003). Llamamiento antiburgués a una transparencia social que en la realidad ocultaba los grandes laberintos del “enigma del secreto” (Boutang, 1973), y que ponía en cuestión el optimismo histórico ilustrado.
Pedro Gómez García
Voy a centrarme en Mircea Eliade como historiador de la religión y como filósofo de la religión. A mi modo de ver, éste es el eje principal que vertebra toda su obra. En ella describe una trayectoria con un punto culminante inicial en su Tratado de historia de las religiones (en dos volúmenes), aparecido por primera vez en 1949, y una culminación definitiva en la Historia de las creencias y de las ideas religiosas (en cuatro volúmenes), publicada entre 1976 y 1980.
Ambas obras se incluyen en un mismo proyecto, del que sus restantes libros podrían considerarse otros tantos capítulos. No se observan en él inflexiones significativas, salvo cuestiones de matiz, una profundización en el desarrollo de los mismos conceptos, una mayor madurez en la exposición y la inevitable actualización bibliográfica. Pero las tesis fundamentales se encuentran ya dadas desde el principio.
José Eugenio Zapardiel Arteaga
En estas líneas intentaré mostrar ciertos problemas en el estudio del mito realizado por Mircea Eliade. Mi propósito es aportar nuevos fundamentos a las críticas que ha recibido nuestro autor, pero no desde opciones metodológicas extrañas a las asumidas por él (contra lo que ocurre a menudo), sino desde su propia perspectiva fenomenológica. Mi discurso se basará en la detección y el análisis de algunas importantes omisiones en la investigación efectiva de Eliade.
En primer lugar nos acercaremos brevemente al planteamiento del fenómeno del mito ofrecido por Eliade. Advertiremos como en este planteamiento la función simbólica dirige de modo eminente la comprensión del sentido de ese fenómeno, en detrimento de aquellas dimensiones de sentido correspondientes a las estructuras que presenta el mito en cuanto relato. Con nuestra aproximación a ellas sacaremos a la luz los límites del análisis fenomenológico del mito realizado por Eliade. De esta forma pondremos de relieve la ilegitimidad fenomenológica de los juicios de valor que Eliade ha aplicado al pensamiento mítico arcaico y al propio de las sociedades modernas desacralizadas, especialmente al historicismo, así como la inconsistencia de las relaciones lógicas de derivación que él ha establecido entre ambos.
Lorenzo Higueras Cortés
Debido al poco tiempo de que dispongo me voy a limitar a señalar una idea que considero importante para la comprensión que ahora tenemos de la denominada psicopatología.
Se trata de una característica del chamán que resalta Eliade y que no ha sido tomada suficientemente en cuenta, por ejemplo por Lévi-Strauss.
Me refiero a la idea de que el chamán es un especialista.
Este aserto requiera alguna explicación, por dos razones:
Constantin Sorin Catrinescu
I. Introducción
Mircea Eliade conocido sobre todo por su Historia de las creencias y de las ideas religiosas, una verdadera enciclopedia de las religiones, es el autor también de una abundante creación literaria. Su prosa se concreta con predilección en los tres géneros literarios que cultivó durante su vida: el diario, la novela y la novela corta. Tanto en el diario como en la novela el verdadero protagonista es el autor mismo con sus experiencias. Pero las novelas, a diferencia del diario, pueden mezclar la ficción con la realidad, en la así llamada literatura de cruce; o pueden escudriñar no solamente las profundidades de su ser, visto como individuo, sino también retratar la complejidad de la sociedad en la cual el autor rumano vivió.
Materia - Compulsión
Fumando espero o el tabaco es sagrado. Judit Bembibre Serrano y Lorenzo Higueras Cortés
La soberanía del consumidor. Antonio Martínez López
Compulsión y extremismo político. Carlos Almira Picazo
Materia - Eliade
Eliade y la antropología. José Antonio González Alcantud
Antropología y religión en el pensamiento de Mircea Eliade. Pedro Gómez García
Mito y sentido en Mircea Eliade. Una crítica fenomenológica. José Eugenio Zapardiel Arteaga
Chamanismo y psicopatología. Lorenzo Higueras Cortés
Mircea Eliade, el novelista. Constantin Sorin Catrinescu
Varia
El concepto de lo impolítico. Javier de la Higuera
Divagaciones semióticas. Mirko Lampis
Al Andalus: meta o mito de Al Qaeda. Tomás Navarro
Del inconsciente óptico al síntoma. Cine & Psicoanálisis hoy. José Luis Chacón
Galería
Lecturas y relecturas
Il dissoluto punito, ossia Don Giovanni Tenorio de Ramón Carnicer. Francisco José Comino Crespo
José Luis Baca Osorio. Cuatro libros en uno. Pilar Gómez Ordóñez
Lozano, Wenceslao Carlos, Literatura y traducción, Granada, Universidad, 2006. Pilar Gómez Ordóñez
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