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Ouroboros

Ouroboros
Publicación semestral - ISSN:1988-3927 - Número 3, septiembre de 2008
Materia - Revolución
Reflexiones sobre el Viejo Mundo

Antonio Martínez López | Descargar PDF

Decía Norman Birnbaum a los pocos días de los brutales atentados terroristas del 11-S que lo único positivo que podrían acarrear había que situarlo en el orden de la pedagogía ciudadana. Tal vez la agresión a un país que se sentía invulnerable llevaría a sus habitantes a comprender la contingencia universal del ser humano y a reflexionar sobre la manera en que los EE.UU. se comportan en su política exterior de policías del mundo. Pero claro, acto seguido aseveraba que tal oportunidad pedagógica iba a ser a buen seguro desaprovechada por la clase media americana, en la que parecía confiar poco el viejo pensador americano en aquellos momentos. No queda claro hoy si las predicciones que hacía Birnbaum eran acertadas o no, o al menos no puede emitirse, parece ser, un juicio unánime sobre la experiencia que hayan podido sacar los ciudadanos estadounidenses de los terribles acontecimientos de su reciente historia. Puede que incluso hoy, siete años más tarde, sea demasiado pronto para ello.

En cualquier caso, a muchas personas, a casi todas, nos impactaron tanto aquellos acontecimientos como el transcurso que ha seguido después la política exterior norteamericana y por lo tanto hemos intentado comprender, con los débiles retazos mediáticos de que disponemos, qué puede suponer, no ya para los Estados Unidos, sino para el mundo y para la calidad de las democracias, la evolución seguida por el país más poderoso de la tierra a partir de esa fatídica fecha. Me gustaría, por lo tanto, compartir con ustedes algunas reflexiones que pude realizar en los meses posteriores al 11-S bajo el influjo de la interrogante lanzada por Birnbaum.

Lo primero que se hizo desde el gobierno estadounidense del momento, secundado por todo el espectro político nacional y apoyado en masa por las clases políticas de casi todo el mundo, fue dirigirse a la opinión pública mundial con un repertorio casi infinito de declaraciones solemnes, de sentencias históricas irrefutables, de anuncios sobre nuevas e implacables políticas que iban a cambiar la vida del mundo para siempre. Ante un atentado de la magnitud del que todos vimos, esa respuesta en caliente era humana y comprensible, aunque evidentemente resultaba muy vaga y ambigua: ¿qué es lo que iba a cambiar?, ¿qué querían cambiar en el mundo?, ¿qué es lo que se podía cambiar de manera realista? Incluso podíamos formularnos en aquellos momentos, si los EE.UU. estaban dando respuesta a la pregunta lanzada por Birnbaum: ¿estaba la sociedad rica y poderosa reconociendo a través de sus legítimos representantes que algo no iba bien en el mundo, pero no solamente en términos de terrorismo, sino de justicia social, de relaciones norte-sur, de respeto universal a los derechos humanos...?

Lo cierto es que lo más llamativo de toda aquella reacción mediática ante el terrorismo era el concepto de novedad. Resulta llamativo comprobar cómo todas las acciones que se emprendían, y esto puede bien comprobarse en las hemerotecas, se adjetivaban como novedosas y con ellas se prometía conseguir una nueva sociedad. Desde luego no dejaba de ser un interrogante, porque de esa nueva sociedad nadie mostraba los planos...

Otra afirmación muy reiterada en los medios, durante meses, y que llamaba poderosamente la atención era la de que había comenzado la Primera Guerra del siglo XXI (lo cual no dejaba de incorporar algo de insulto etnocéntrico a la treintena larga de países que se encuentran en guerra desde antes del 11-S-2001), y que esta nueva guerra no se iba a parecer en nada a las guerras que se habían visto con anterioridad. Pero claro, solucionar los problemas de terrorismo, guerra y violencia, con más terrorismo, más guerra y más violencia, no parece, desde luego, una novedad destacable en la historia de la humanidad.

Y por los acontecimientos que se fueron desarrollando después, parece que inclinándose hacia la ecuación que era más previsible y menos esperanzadora: más de lo mismo, y peor... Las respuestas efectivas que se vieron y que se han visto para ir despejando el panorama internacional a partir de tan fatídica fecha, parecen haber ido en una línea clara y unificadora de los análisis despistados: la violencia física como forma de única de abordar los conflictos, cuya máxima expresión sería sin duda la guerra. Y la ignorancia como forma de violencia mediática que las elites dirigentes lanzan sobre sus ciudadanos para hacerles opacas ciertas lógicas de gobernaza, que más que novedosas parecen ancestrales. Da la impresión de que los EE.UU., desde los estratos sociales del “empowerment” pusieron en marcha y mantienen una guerra doble: la guerra armada contra el enemigo externo, que primero se localizó en Afganistán, y luego en Irak, y la guerra interna a la población civil, a través de la espoleta del miedo al otro, al extranjero, al desconocido, la guerra de la “seguridad ciudadana”.

Limitaciones de los derechos ciudadanos se han sucedido en los EE.UU. y en la mayoría de los países europeos. Limitaciones a la libre circulación, controles excesivos en aeropuertos y medios de transporte masivo, presencia policial que pasa de lo tranquilizador a lo asfixiante en ciudades europeas como Londres o París. Pequeños ejemplos que uno a uno carecen de importancia, pero que juntos... podrían ser preocupantes. Recortes en derechos y libertades, aumento de las prerrogativas policiales en caso de sospecha de terrorismo, de los periodos de detención. Delicadas puestas en cuestión de garantías judiciales que eran impensables antes del 11-S. En España tal vez se note menos. Pero Guantánamo no sólo es Guantánamo...

La ecuación implícita que se estaría ofreciendo a la opinión pública es la siguiente: menos libertad a cambio de más seguridad. Pero es radicalmente falso que restringir los derechos democráticos y limitar la libertad de movimientos de la población sea un medio eficaz para proteger a la sociedad del terrorismo, de la violencia, de la inseguridad ciudadana de la que tanto se habla y tan poco se sabe...

¿Puede alguien pensar que el progreso económico indefinido de Occidente no es compatible con el mantenimiento de determinadas cotas de democracia? Hay autores serios, que hacen proposiciones para tomar en serio: “la democracia occidental ha llegado a una situación de ingobernabilidad”. Podría haber sido, por lo tanto, devastador, haber recibido una serie de ataques terroristas en un mundo donde los que han de gobernar ya sentían sus poderes de ordenación amenazados... Esto es complejo, porque la sociedad de mercado nació con la democracia, a la cual necesita para sobrevivir en la forma en que hasta ahora la hemos conocido. Acabamos de ver lo que ha hecho Europa en cuanto ha visto que tenía que elegir entre PIB y derechos humanos, con la nueva Directiva sobre inmigración. Malos tiempos para la lírica en la cuna europea de las bondades sociales...

Pero volvamos a las afirmaciones sobre la novedosa guerra del Siglo XXI que inundaban los medios en los días siguientes al 11-S. Porque en materia de guerra resulta siempre muy difícil conjugar las evoluciones con el progreso. Con respecto a la guerra, las declaraciones que hicieron los políticos y los militares norteamericanos no podían haber sido de mayor grandeza. Se afirmaba, como dijimos, que se trataba ahora de una guerra totalmente nueva, diferente a todo lo que habíamos visto hasta este momento. Sin embargo, insistimos, la guerra que estamos viendo hasta el momento no tiene, en su ejecución, nada nuevo a lo que ya se vio en la primera guerra del Golfo y luego después en Kosovo. Otra vez, la primera parte de la guerra consiste en una fase diplomática previa en la cual EE.UU. practica una política donde combina el chantaje económico con la amenaza a los países limítrofes e implicados en el escenario de la guerra. Cuando se han asegurado de que ya gozan del favor de las élites políticas y militares de los países cercanos relevantes, comienzan un ataque militar sobre un país siempre indefenso en cuanto a su simetría bélica con el país policía. Los EE.UU. atacan con sofisticado armamento militar desde el aire, minimizando al máximo sus bajas, bajas que recaen en su gran mayoría entre la población civil del país atacado. Se procura evitar al máximo el uso de fuerzas terrestres por su seguridad, y si es posible se utiliza a los enemigos armados que el país o grupo diana atacado ya tiene en el terreno. Luego el progreso, o lo novedoso, vemos que no podemos encontrarlo en la guerra en sí; esto ya se conocía...

Tal vez la innovación no esté en el tipo de guerra del “Siglo XXI”, sino en la actitud en la que se quiere encauzar a la opinión pública. Mayor tolerancia democrática y ciudadana a la guerra. Lo que los militares quieren es cambiar la condición del público ante la guerra. Los EE.UU. han intentado acostumbrar a su población al hecho de que el país se va a encontrar, a partir de ahora, en una guerra “permanente”. No sabemos lo que puede haber cuajado este producto fresco de los “Think Thanks” americanos.

Los sofisticados medios tecnológicos de esta guerra, “renovada”, más que nueva, exigen de la población civil estadounidense y europea una cuestión central: consentimiento para financiar los enormes costes económicos que moviliza. La población tiene que pagar los onerosos gastos militares que recortan su calidad de vida y que, a la par, podrían insensibilizar ante el sufrimiento ajeno que esas guerras “virtuales” crean en territorios lejanos. Pero a diferencia de lo que sucedía en la guerra fría, al no existir ahora un enemigo definido (ahora el enemigo no es un ejército concreto, es un enemigo indeterminado, el terrorista, que puede estar en cualquier parte y actuar a cualquier hora), la movilización ha de ser permanente, ya que la propia guerra es la que ha de mantener ahora la idea de un enemigo omnipresente. Es muy probable que en ausencia de enemigo visible, una ausencia prolongada de guerra, provocara una “rebelión fiscal” entre los ciudadanos que no verían la necesidad de recortar sus niveles de vida para seguir manteniendo un aparato militar inutilizado.

Parece ser que, paradójicamente, sólo hay dos grupos en el mundo que puedan haber pensado que iba a cambiar con sus acciones: 1. Los autores de los atentados, de los del 11-S y de los posteriores, que lo único que hicieron fue dar argumentos a quienes 2. respondiendo a sus ataques desde los EE.UU., no parecen haber hecho otra cosa que reforzar el Viejo Mundo, pero haciéndolo un poquito peor.

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ÍNDICE

Materia - Revolución

Un aposento para el fantasma: el androcentrismo en Medicina. Emilia Martínez Morante

La revolución en medicina. Tengo un amigo diabético... Alfonso Lluna Carrascosa

Reflexiones sobre el Viejo Mundo. Antonio Martínez López

Revolucionarios. Hilario J. Rodríguez

Revolución rusa y revolución mexicana. Hilario J. Rodríguez

De La Marsellesa a Eurovisión. Pablo Pacheco Torres

Varia

El nuevo cine rumano o la pasión por la verdad. Sandra Istambul y José Ángel Martínez

Un ejemplo de análisis de una obra barroca: la Fuga BWV 856 de Juan Sebastián Bach. Enrique Lacárcel Bautista

Una aproximación analítica al primer movimiento del Concerto de Manuel de Falla.
Olga Domínguez de León y Enrique Lacárcel Bautista

La traducción de un pregón callejero: la ópera El retablo de maese Pedro de Manuel de Falla. Laura Santana Burgos

Dos miradas poéticas: dos mundos poéticos actuales (José Antonio Mesa Toré y Juan Carlos Abril). Mariano Benavente Macías

Breve paseo por los confines: la península de Kamchatka. Carlos Sánchez-Cantalejo Jimena

Anomia: explorando el territorio... sin mapa. Lorenzo Higueras Cortés y Judit Bembibre Serrano

Glosario de (contra)psicología y guía de conversación: (II). Adaptación. Lorenzo Higueras Cortés y Judit Bembibre Serrano

Galería

Revolución. Sandra Istambul

Instantáneas. Marta Iglesias

Lecturas y relecturas

Il Sant’Alessio de Stefano Landi. Francisco José Comino Crespo

RILKE, Rainer Maria. Poemas a la Noche (y otra poesía póstuma y dispersa). Barcelona, DVD, 2008. Juan José Ramírez

Sobre Echado a perder de Carlos Pardo. J.J.R.

La novela perversa. Rodríguez, Hilario J. (2004). Construyendo Babel. Salamanca: Ediciones Témpora. Judit Bembibre Serrano

La espiral del mito.
Calasso, Roberto. (1990). Las bodas de Cadmo y Harmonía. Barcelona: Anagrama. J. B. S.