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Ouroboros

Ouroboros
Publicación semestral - ISSN:1988-3927 - Número 3, septiembre de 2008
Varia
Breve paseo por los confines: la península de Kamchatka

Carlos Sánchez-Cantalejo Jimena | Descargar PDF

Aunque resulte sorprendente, aún existen lugares que no se han visto alterados sustancialmente por la actividad humana. Sin duda ésta puede ser la razón principal por la que la península de Kamchatka, situada en el extremo nororiental de la Federación Rusa, sea un territorio completamente desconocido para la mayor parte de nosotros.

Su forma alargada y orientación Norte-Sur recuerda a la de un carámbano de hielo; anecdótico, pero un fiel reflejo de las características del medio: inhóspito, frío y nivoso; pero también ardiente, pues en esta península existen 29 de los más activos volcanes, no sólo del Cinturón de Fuego del Pacífico, sino de todo el mundo (Imagen 1 y 2). Éste es el motivo que ha atraído tradicionalmente a numerosos expedicionarios occidentales, que han pagado con su vida el precio de ver con sus propios ojos la actividad de estos colosos. Sin embargo, lo que para estos expedicionarios representaba el mero descubrimiento de nuevas tierras, recursos y un afán de superación personal y orgullo patriótico, para las distintas tribus que han poblado este territorio desde hace miles de años, era un lugar sagrado que les proveía de todo lo necesario para vivir: pescaban salmones en sus innumerables ríos, cazaban ballenas en sus costas y guiaban enormes rebaños de renos hacia el Norte o el Sur dependiendo de la época del año. Estas actividades junto con la recolección de frutos silvestres o la tala de árboles constituían y constituyen -en cierta medida- su sustento básico, además de proporcionarles los elementos necesarios para construir sus cabañas y elaborar su vestimenta y demás utensilios; fundamentalmente mediante la piel, la cornamenta y el esqueleto de los renos. No obstante, la agricultura también ha prosperado de manera habitual en las zonas más protegidas del Sur.


Imagen 1 (Ampliar)


Imagen 2 (Ampliar)

De estas palabras se infiere que el modo de vida de todos estos pueblos estaba condicionado por el medio y que en la práctica las diferencias que pudieran existir entre unos y otros estribaban sobre todo en el hecho de que sus asentamientos estuviesen situados en la costa o en el interior de la Península; hasta tal punto que sus costumbres y creencias eran extremadamente parecidas.

Descubriendo Kamchatka

Toda esta información -mitos, leyendas; así como sus lenguas y cultura- fue dada a conocer en épocas relativamente recientes por distintos etnógrafos, antropólogos y escritores rusos. Uno de los más renombrados fue Vladimir Bogoraz (1865-1936), escritor y antropólogo de finales del siglo XIX y principios del XX, y miembro muy activo del movimiento Narodnaya Volya. Esta organización, nacida a últimos del XIX y cuyo nombre significa “La Voluntad del Pueblo”, fue el fruto de la determinación de numerosos intelectuales rusos por evitar la tiranía y la autocracia zarista de la época mediante planteamientos que se podrían considerar como una mezcla entre la democracia, tal y como se concibe hoy en día, y reformas puramente socialistas, pues defendía la libertad de expresión, el sufragio universal o el derecho de autodeterminación de los pueblos del Imperio, junto con otras bastante más cercanas a los ideales de la posterior Revolución como era el hecho de que sus gentes pudieran acceder a la tierra.

Por su militancia en esta organización, que más tarde degeneró en un movimiento terrorista -incluido el asesinato del zar Alexander II-, Vladimir Bogoraz fue deportado al extremo nororiental de Siberia, en concreto al Noreste de la región de Yakutia, por ser considerado un revolucionario. Allí estableció contacto principalmente con los chukchis, si bien también con los koryaks y los ítelmens, y comenzó a interesarse por su modo de vida, su lengua, sus costumbres y sus creencias. La muestra más evidente de dichos intereses fue la publicación, bajo el pseudónimo de “Tan”, de distintas obras entre las que destaca Cuentos Chukchis y numerosos trabajos que han hecho de este estudioso una de las personas que, de un modo más determinante, ha contribuido no sólo a dar a conocer las lenguas siberianas, sino también los principios generales de la lingüística como disciplina del saber.

Otro de los grandes nombres que trabajaron por dar a conocer la cultura de estos pueblos y el medio en el que viven, aunque mucho antes que Vladimir Bogoraz, fue el geógrafo Stepan Krasheninnikov que, durante el siglo XVIII, como miembro de la tripulación del Fortuna -navío con el que Bering condujo a su tripulación desde la costa occidental del Mar de Okhotsk hasta Kamchatka durante la primera expedición-, entabló, según las crónicas de la época, una relación personal bastante cordial con miembros tanto de tribus koryarks como ítelmens tras cuatro años de permanencia forzosa en la península, puesto que su barco fue completamente destruido por una fuerte tormenta frente a sus costas. Como resultado de los referidos contactos y los estudios que realizó acerca de la flora y la fauna de esta región, Krasheninnikov escribió una obra titulada Informe sobre las Tierras de Kamchatka, que no sería publicada hasta después de su muerte.

Hasta este momento se conocía muy poco acerca de este vasto territorio, dado que fue explorado por primera vez por un puñado avaro y desorganizado de cosacos hace más de 300 años (Imagen 3). Entre éstos se encontraba Iván Kamchatkyj, razón por la que se piensa que la Península recibiera tal nombre. Años después, a mediados del siglo XVII, numerosos aventureros se atrevieron a surcar el peligroso Mar de Okhotsk y las costas del Pacífico que rodean Kamchatka. Dos de ellos fueron Fedot Alekseysev y Semen Degnev, que comandaron una expedición que alcanzó, sin saberlo, el que con posterioridad sería el Estrecho de Bering, al igual que Mikhail Gvozdev, que a bordo del San Gabriel, fue muy probablemente el primer ruso en ver el continente americano sin llegar a pisar su suelo. Sin embargo, no sería hasta unos años más tarde (1697-98), después de haber consolidado la fortaleza de Anadyr como punto avanzado en la conquista de Kamchatka, cuando Atlasov al mando de un centenar de hombres, encabezó el verdadero y sangriento sometimiento de algunos pueblos de la Península y fundó el asentamiento de Verhnekamchtask, al que se considera como el primer elemento tangible de la conquista y posterior desarrollo de Kamchatka. No obstante, durante todos estos años los geógrafos no supieron con certeza si Kamchatka era una isla o una península, e incluso llegaron a situarla justo al Este del Mar Caspio.


Imagen 3 (Ampliar)

Aun así, el coraje para acometer seriamente la expedición definitiva que permitiera abrir el primer camino para que estos estudiosos -no todos, Krasheninnikov es el ejemplo más representativo- difundieran con posterioridad sus descubrimientos debió venir de la mano del danés Vitus Bering, al que el zar Pedro el Grande, poco antes de morir, encomendó la misión de explorar el extremo oriental de Siberia y averiguar si, en efecto, ésta y América estaban unidas. Sin embargo, lo que en realidad motivó este encargo fue el miedo a que los españoles, los franceses, los holandeses y los ingleses se hicieran con el control del “posible océano existente” entre Siberia y Alaska, de manera que los rusos no tuvieran acceso a la explotación de las riquezas de esta última -todo el empeño y la obsesión del Zar se centraba en el comercio de piel, pues la caza indiscriminada de osos en Siberia durante los siglos XVII y XVIII hizo menguar muchísimo la población de los plantígrados en la región y por lo tanto se veían en la necesidad de buscar nuevos recursos- y de ese modo cortar las vías de comunicación que años antes el citado Atlasov había abierto desde estos recónditos lugares hasta los Urales y, de ahí, a San Petersburgo con el fin de obtener la codiciada piel en aquellas remotas tierras.

Durante una primera expedición, Bering bordeó la costa oriental de Siberia, pero debido a las malas condiciones meteorológicas no consiguió averiguar si ambos continentes estaban unidos, tan sólo confirmar la información que otros exploradores habían aportado previamente. De regreso a San Petersburgo, solicitó a la zarina Anna la organización de una segunda expedición, cuyos objetivos serían mucho más ambiciosos y a la que se denominaría La Gran Expedición del Norte -no era la única que se planificó con el fin de conocer el Extremo Oriente, sino tres simultáneas-. Esta segunda se inició en 1733 con la partida de todo el contingente desde el Mar Báltico y se prolongó casi diez años a través de Siberia, durante los cuales los problemas logísticos y las desavenencias entre los miembros del grupo se convirtieron en la moneda de cambio. Sin embargo, y a pesar de todos estos inconvenientes, consiguieron llegar a una pequeña población a orillas del Mar de Okhotsk, desde donde partieron en dos navíos: el San Pedro y el San Pablo, rumbo a Kamchatka. Una vez allí, fundaron un puerto, Petropavlovsk, en honor a estos dos barcos, a partir del cual de desarrolló la que hoy es la capital de la región: Petropavlovsk Kamchatsky. Desde aquí Bering inició la travesía propiamente dicha en busca de tierras americanas aun habiéndose separado del San Pablo, comandado por Chirikov, debido a las durísimas condiciones climatológicas. Finalmente ambos navíos arribaron casi a la vez a la costa de Alaska, pero no al mismo lugar. Fue entonces cuando Bering anunció la pertenencia de estas nuevas tierras al Imperio.

Llegados a este punto, Bering decidió retornar pero, para entonces, no sólo el mal tiempo, sino también los numerosos casos de escorbuto hicieron que su regreso fuese mucho más arduo y lento. El propio Bering enfermó y a finales de 1741 murió en una pequeña isla que hoy día lleva su nombre. El resto de la tripulación permaneció durante unos meses en dicha isla hasta que consiguieron construir una nueva embarcación. Diezmados por la enfermedad y la falta de alimentos, finalmente consiguieron volver al Continente durante el verano de 1742.

Por su parte, Chirikov volvió a San Petersburgo en 1743 con una valiosísima información y muestras de piel que despertaron el interés de la Corte por desarrollar el comercio y la exploración en estas nuevas tierras, Alaska.

A pesar de tanto sufrimiento estos marineros consiguieron llevar a buen término los objetivos que les habían sido encomendados: la recopilación de toda la información necesaria para la elaboración de un mapa más fiel a la realidad de las costas del Ártico, el Noreste de Siberia y Alaska, donde comprobaron la existencia de animales cuya piel era de gran valor; la fundación de la ciudad de Petropavlovks y el descubrimiento de las Islas Komandorsky y las Aleutianas. Fue por esta razón, que poco después y como reconocimiento a su labor, el canal que separa Alaska de Siberia fue bautizado con el nombre de Estrecho y Mar de Bering.

Comienza el paseo

Los moradores

Obviamente no fue gracias a aquellos primeros piratas, a aquellos cosacos que Kamchatka pasase a formar parte del mapa, sino el resultado de los logros alcanzados por Bering y su tripulación, y de la aportación al conocimiento de dichos antropólogos, lo que permitió llegar a la conclusión de que los pueblos que habitaron estas tierras podían dividirse en dos grandes grupos: los oriundos de la propia Kamchatka y otros procedentes de las estepas mongolas, Manchuria y otras zonas de Siberia (Imagen 4).


Imagen 4 (Ampliar)

Estos últimos, los tunguses, se podrían definir como un gran conjunto de tribus nómadas de origen mongol que tradicionalmente habitaron vastas zonas de la Siberia Central y Oriental y el valle del río Ámur, es decir, desde la ribera oriental del Yenisey hasta las costas orientales de Siberia en sentido Oeste-Este, y desde la Península Coreana hasta Kamchatka, de Sur a Norte. Son en extremo pacíficos, nobles y muy optimistas ante las adversidades; muy al contrario de lo que sucede con otros pueblos de la región, como los yakuts, contra los que lucharon en numerosas ocasiones. Fenotípicamente, se caracterizan por su baja estatura, sus ojos oblicuos y sus amplias facciones.

Asimismo, los evenks, según el Centro de Estudios Ruso, son el fruto del mestizaje entre los tunguses propiamente dichos y otras tribus a las que se fueron asimilando durante sus migraciones hacia el Norte, como los yukagir, un pueblo indígena cuyo territorio se extiende desde el lago Baikal, al Sur de Siberia, hasta las costas del Ártico. Atendiendo a su condición de pueblo nómada, se piensa que a partir del siglo XVIII, una parte del pueblo evenk se desplazó hacia el Este, hasta llegar a las costas del Mar de Okhotsk; pero no fue hasta mediados del siglo XIX cuando se constató su presencia en Kamchatka. A estos nuevos habitantes de la costa pasó a denominárseles evens, mientras que aquéllos que permanecieron en el interior siguieron conservando su nombre original. No obstante, con el paso del tiempo los evenks fueron ocupando zonas cada vez más extensas, hasta el punto de llegar a las costas del Mar de Okhotsk debido al empuje y hostigamiento de las tribus turcomanas y mongolas que también habitaban en las zonas cercanas al lago Baikal y las estepas mongolas. Es reseñable que si bien ahora se les conoce como evenks, en el pasado se les conocía simplemente como tunguses, palabra que utilizaban los yakuts -pueblo determinante en la configuración cultural de los pueblos tunguses de Kamchatka- para referirse a ellos y más tarde por los rusos, que se encargaron de hacer este término común en todo el Imperio. Sin embargo, determinadas tribus evenks se autodenominan orochon, “criador de renos”; o ile, que significa “ser humano”.

Este primer contacto con los eslavos se produjo a mediados del siglo XVII, cuando un grupo de cosacos, en una de las incursiones cuya finalidad era conocer el medio y sus recursos, así como su posterior conquista, remontaba el curso del río Yenisey. Como consecuencia de este hecho, los evenks entablaron con estos desconocidos fructíferos intercambios comerciales; aunque no mucho después, fueron obligados a pagarles una serie de impuestos en especie, sobre todo en pieles. Esta nueva relación humana y económica -vital tanto para los evenks como para los evens, puesto que con anterioridad ya habían tenido que establecer importantes vínculos comerciales con otros pueblos, fundamentalmente los yakuts- tuvo consecuencias nefastas debido a la introducción del alcohol, que por razones fisiológicas no metabolizan tan bien como los rusos y a las enfermedades que los conquistadores trajeron consigo y ante las cuales estaban del todo indefensos, lo que supuso una disminución drástica en el número de individuos. Sin embargo, muy al contrario de lo que sucedió a otras tribus, estos pueblos casi nunca protagonizaron enfrentamientos contra estos invasores cuando les desposeían de sus tierras; simplemente migraban a otros lugares para empezar de nuevo.

Las lenguas

Este continuo trasiego: ir, volver, convivir con otros pueblos, comerciar… fue definiendo sus respectivos caracteres y sus lenguas poco a poco, de lo que se infiere que éstas sean el resultado de las distintas influencias a las que estos pueblos se han visto sometidos a lo largo de toda su historia; aunque su vocabulario y estructuras sintácticas básicos están emparentados con el de las lenguas de Mongolia y las turcomanas -lenguas altaicas- que al igual que éstas son aglutinantes -distintos afijos confieren a la raíz de un término los diversos significados de acción, temporalidad, situación… para configurar el mensaje-. No obstante, la influencia del ruso en los últimos siglos ha sido determinante en la configuración final de la lengua tal y como se conoce a día de hoy. Este hecho, junto con la obligatoriedad de aprenderla en los colegios por tratarse de la lengua franca del Imperio y los numerosos matrimonios mixtos, ha dado como resultado que el número de hablantes nativos se haya reducido muchísimo en los últimos años. Es importante mencionar también que como consecuencia de la estrecha relación comercial y bélica con pueblos vecinos norteños -sobre todo los yakuts- tanto los evenks como los evens adoptaron una cantidad significativa de términos procedentes de estas lenguas e incluso en determinadas épocas llegaron adoptar formalmente la yakut para comunicarse entre ellos. Por su parte, las tribus situadas en las regiones más meridionales -en las proximidades del lago Baikal- se vieron notablemente influenciadas por las lenguas mongolas y asimismo llegaron a adoptarlas. De cualquier modo, todos estos hechos son meramente anecdóticos hoy en día, pues tanto la lengua como la cultura eslavas se han impuesto sobre las culturas locales de cada región siberiana. Algunas muestras que evidencian este fenómeno son los intentos reiterados por parte de la Iglesia Ortodoxa Rusa de imponer su credo no sólo a los evenks o los evens, sino también al resto de los pueblos nativos de Siberia; o cómo durante los años 30 del pasado siglo se planificó la colectivización de sus actividades tradicionales y, por lo tanto la conversión drástica y artificial de su modo de vida nómada en uno sedentario. Los ejemplos más significativos de esta transformación la representan la construcción de viviendas y escuelas propiamente rusas o los intentos por criar renos en granjas colectivas.

Las creencias

No obstante, a pesar de todos estos intentos por parte del poder central de desposeerles de su modo de vida ancestral, tanto los evenks como evens aún conservan casi intactas sus creencias, mitos y prácticas animistas. Éstas se basan en rituales chamanistas durante los cuales uno o varios individuos entran en un estado de trance o éxtasis mediante la ingesta de un hongo alucinógeno -amanita muscaria, habitualmente-. De este modo, los chamanes se comunican con sus ancestros, que en muchos casos son los animales guía o protectores del pueblo y cuyo papel tiene como finalidad primordial la protección de sus semejantes y la recuperación y conducción de las almas de los difuntos a su destino final.

Estos rituales estaban bastante democratizados, puesto que casi todos los miembros de las tribus tomaban parte en las ceremonias de iniciación del chamán. Es más, algunos antropólogos, como Dean Edwards, consideran que los pueblos tunguses pudieron ser en su día los precursores de estas prácticas colectivas en la región siberiana y de Manchuria, lo que se ve, en cierta medida, reforzado por el hecho de que algunos lingüistas y estudiosos, como éste mismo, consideren que la palabra “chamán” sea un término de origen manchú-tungús -saman- y de ahí haya pasado al ruso -shaman-. Sin embargo, dentro de estos círculos se acepta de manera mayoritaria la teoría de que ésta procede del sánscrito -sramanah- y que más tarde fue adoptada por las lenguas machúes-tunguses, tras haber sido asumida previamente por otras, como el chino. En cualquier caso, el significado de esta palabra en su raíz pura es “saber, el que sabe”.

En este mismo sentido, la Iglesia Ortodoxa desarrolló importantes campañas de evangelización para cristianizar a todas estas tribus, lo cual fue aceptado sólo de un modo aparente, puesto que estos pueblos, como se ha dicho, han seguido conservando sus creencias prácticamente hasta la actualidad. Éstas obedecen a mitos y leyendas que explican de modo gráfico y sencillo cuál fue el origen del mundo y la humanidad. En concreto, estos pueblos tunguses sostienen que fue el dios Enduli el que, a partir del esqueleto de un pájaro, creó diez hombres y diez mujeres. Al ver el resultado, se sintió satisfecho y decidió crear cien de cada uno de ellos. También adoran el fuego y le muestran sus respetos mediante el lanzamiento al mismo de alimentos antes de comer e incluso, en determinadas zonas, lanzan leche al aire cuando un águila, cisne o pato, al que adoptan como tótem, sobrevuela sus tierras. No obstante, comparten con los pueblos autóctonos otros planteamientos que explican estos mismos principios.

Así, estos ritos y creencias son un signo inequívoco del parentesco existente entre los evens y los evenks, pero ni muchísimo menos el único: ambos son pueblos pertenecientes al grupo Baikal-mongol. Es más, desde un punto de vista puramente étnico son parecidos en extremo: las diferencias radican básicamente en que los evenks son, en general, un poco más altos y de tez un poco más oscura. Sin embargo, como se citó con anterioridad, fueron los evens los primeros en asentarse en tierras de Kamchatka, aunque muy poco tiempo antes, por lo que sus diferencias fisonómicas son mínimas si se les compara por separado con cualquier otro pueblo siberiano. Otro ejemplo clarificador, en este caso, vinculado a su lengua, es que los evens se autodenominan de un modo casi idéntico: orochel o “pueblo de los renos”; aunque en el pasado se les conocía como lamuts, que en lengua yakut significa “mar o lago”; o que ésta es simplemente un dialecto de la lengua evenk. No obstante, a día de hoy están considerados oficialmente como pueblos distintos según el Gobierno Ruso, hecho que una pequeña parte de la comunidad científica apoya, puesto que afirman que el origen del pueblo even podría ser distinto al de los propios tunguses. Es más, arguyen que la convivencia de éstos con los evenks y los yukagir durante el último milenio es razón más que suficiente para justificar sus extraordinarias similitudes culturales, lingüísticas, religiosas y étnicas.

En ambos casos estos pueblos establecieron lazos muy estrechos con el resto de los pueblos de la península, sobre todo con los koryaks y los chukchis, con los que han convivido de un modo pacífico durante largos periodos de tiempo, y cuyas respectivas culturas se han enriquecido a lo largo de la historia gracias a la intensa interacción que ambos grupos han protagonizado. Por su parte, no menos destacable es el hecho de que tanto el origen como los vínculos antropológicos y lingüísticos entre estos últimos sean importantísimos. Pero no sólo entre los koryaks y los chukchi, sino también entre éstos y los ítelmens -también conocidos como kamchadal-, que conjuntamente representan a los descendientes de los habitantes originarios de Kamchatka y cuya presencia en el territorio se remonta a épocas del Neolítico, hace unos 6.000 ó 7.000 años.

Aun así, a pesar de no conformar un grupo tan sumamente homogéneo como sucede entre los evenks y los evens, desde el punto de vista antropológico, tanto los koryaks como los chukchi y los ítelmens pertenecen al tronco étnico de los pueblos mongoloides del Norte de Asia, por lo que sus características corporales y sus rasgos faciales son muy similares: son bajos y robustos, de piel oscura, y su cara y nariz anchas, con pómulos prominentes y ojos rasgados. Su parentesco también se evidencia en sus respectivas lenguas, pues éstas pertenecen al grupo de las lenguas chukotkas de Kamchatka, también aglutinantes, de origen paleoasiático. Hasta tal punto son parecidas, que los koryaks y los chukchi pueden comunicarse en sus respectivas lenguas maternas y comprender perfectamente el contenido del mensaje de su interlocutor. Sin embargo, en el caso de los ítelmens se piensa que la suya se desvinculó en una etapa más temprana de este tronco común, razón por la que se podrían justificar las diferencias fonológicas y semánticas de términos que puedan ser parecidos. No obstante, otros estudiosos, como Liudmila Smirnova, sostienen que la lengua ítelmen no pertenece al grupo de las paleoasiáticas. En cualquier caso, se puede concluir que con la llegada de los eslavos todas ellas se han visto notablemente influenciadas por el ruso, si bien el bagaje de estos pueblos es lo suficientemente rico aún como para permitirles expresarse con plena solvencia en lo que se refiere a aspectos relacionados con su modo de vida tradicional, sin tener por ello que recurrir a préstamos o calcos semánticos procedentes de aquél.

Como ya se ha dicho al comienzo, la forma de vida de estos pueblos estaba y está en cierto modo condicionada por el medio. Por esta razón, se puede inferir que, al igual que los evenks y los evens, los demás se dedicaban al pastoreo, la caza y la pesca -los chukchis sobre todo, puesto que vivían en las zonas costeras del norte, en las que también cazaban mamíferos marinos-, y que sobre estas actividades, las consecuencias de la Revolución Rusa fueran idénticas. Pero este hecho no sólo afectó a sus tareas económicas, sino que, como ocurrió a los pueblos tunguses de la Península, en épocas pretéritas a la Revolución, la Iglesia Ortodoxa intentó por todos los medios sembrar el sentimiento de inferioridad ante los nuevos colonizadores y por ende que abrazaran la nueva religión. Aunque el resultado fue el mismo: el chamanismo siguió imperando en el ámbito familiar, tolerando al mismo tiempo los dogmas y prácticas cristianos a ojos de los eslavos.

Al igual que los pueblos tunguses de Kamchatka, los koryaks, los chukchis y los ítelmens tenían en su haber distintas leyendas mediante las que intentaban explicar el porqué de todo aquello que les rodeaba, el origen del universo… e incluso compartían con los evens y los evenks parte de estas creencias. Sin duda el ejemplo que mejor pone de manifiesto esta sintonía es que en todos los casos, sin excepción, -si bien con ciertos matices- estos pueblos creían que el responsable de la Creación fue el dios-cuervo Kutkh, que mientras sobrevolaba el océano, se lanzó en picado desprendiéndose de una de sus plumas. Al caer sobre dicho océano, una gran masa de tierra completamente plana emergió: Kamchatka; pero al principio ésta estaba poblada únicamente por hombres, por lo que el dios Kutkh, ante la soledad y tristeza de éstos, decidió crear una hermosa mujer que fue deseada y amada por todos. A medida que los hombres iban muriendo se transformaban en volcanes cuyos corazones rugían ardientemente por el amor que le profesaban. Asimismo, estos pueblos compartían la adoración por el perro, al que consideraban un animal sagrado que también participó en la creación del mundo: los valles y las montañas se formaron cuando el gran perro de tiro del dios Kutkh, llamado Kozei, sacudió la nieve que se había acumulado en su lomo, provocando un gran terremoto, lo que para ellos es el hecho que justifica la gran actividad sísmica de la región.

Sin embargo, estas creencias no son interpretadas del mismo modo por las distintas tribus, pues según las creencias del pueblo chukchi y los pueblos tunguses, el dios Kutkh fue el primer ser humano que habitó la tierra y muy al contrario de lo que piensan los koryaks y los ítelmens, éste no es venerado como tal, pues creen que el hecho de que hubiera abandonado a su familia es la consecuencia por la que en Kamchatka existen tantos volcanes, actividad sísmica y ríos tan peligrosos.

Otra diferencia particular en el caso de los ítelmens, cuyo significado es “vivir o viviendo aquí”, es que creían que los volcanes estaban protegidos por demonios a los que llamaban gomuls o kamuli. Estos demonios se alimentaban de pescado y descendían cada noche desde las cimas hasta el mar para capturar ballenas y peces. Más tarde volvían para cocinarlos en enormes hogueras, que en efecto era la actividad volcánica que cada noche podían divisar desde sus aldeas. Por esta razón, pensaban que los cráteres estaban cubiertos de restos óseos de ballenas y desperdicios de pescado; pero nunca ascendían estos conos para comprobarlo porque vivían permanentemente aterrorizados. Es por esto, que solían realizar sacrificios en honor de estos demonios con el fin de protegerse de su ira -erupciones-.

Las invasiones eslavas

Las citadas creencias y la interpretación que de las mismas han hecho estos pueblos reflejan claramente, no sólo su carácter, sino también de qué manera afrontaron la invasión eslava. En este sentido es evidente que los ítelmens eran un pueblo frágil, huidizo y al que se podía someter con relativa facilidad. Y en efecto eso hicieron los rusos, que siempre que tenían la oportunidad aprovechaban la colaboración de otros pueblos previamente subyugados -los yukagir- para cobrarles una cantidad abusiva de impuestos. Hasta tal punto era esta situación ridícula, que cuando estos cosacos consideraban que no habían obtenido suficiente piel, requisaban los botes de pesca, los trineos y alimentos básicos, como el aceite de foca, pescado o frutos silvestres. Como es obvio, estas condiciones eran insostenibles y llegó un momento en el que los ítelmens se rebelaron y protagonizaron varias revueltas menores; aunque en una ocasión, a mediados del siglo XIX, ésta fue generalizada y todo el pueblo se lanzó de forma salvaje contra los rusos; como era previsible, fueron rápida y despiadadamente aplastados y masacrados.

Por el contrario, los chukchis, como se deduce de su crítica hacia el dios Kutkh, y los koryaks, por su ruda naturaleza, son mucho más vehementes y lo demostraron con creces, no sólo en el campo de batalla, puesto que los rusos en efecto no les pudieron derrotar, sino porque en el caso de los primeros, cuando caían prisioneros, se mataban unos a otros al preferir la muerte antes que ser esclavos de unos extranjeros.

Ya en el siglo XVIII -el primer contacto tuvo lugar a principios del anterior- y ante la impotencia de ver cómo una expedición tras otra fracasaba en su intento por someterles por la fuerza, incluso las comandadas por Atlasov a finales del XVII, los rusos decidieron jugar con un arma que estos pueblos desconocían: el soborno. De este modo se ganaban el favor de los líderes tribales, que aceptaban de buen grado regalos y vodka, y la garantía de mantener su estatus de poder si colaboraban con los ellos a la hora de recaudar impuestos. Éstos, por sus características fisiológicas, toleraron con rapidez el licor y se hicieron dependientes del mismo, por lo que se encontraban literalmente en manos de los eslavos.

Este fenómeno fue el punto de partida para desarrollar una importante actividad comercial entre los rusos y los pueblos de Kamchatka. Unos ofrecían piel y pescado, y otros bienes procedentes del resto del Imperio, pero fundamentalmente alcohol. Con el paso del tiempo, ya en el siglo XIX, y con el propósito de consolidar el control de San Petersburgo mediante el reforzamiento de estos vínculos, los rusos decidieron crear auténticas ferias comerciales; a saber: ganado, pescado, madera…, y librar a algunos pueblos -en este caso a los chukchi por su potencial peligro- de la pesada carga de los impuestos que el gobierno imperial decretaba que se habían de pagar. En este caso tan sólo aportaban una pequeña cantidad que dependía de su propia voluntad.

Sin embargo, la Revolución Bolchevique y la posterior fundación de la Unión Soviética y, por su puesto, la configuración actual de la Federación no mejoraron sustancialmente su calidad de vida. Siguieron siendo ciudadanos de segunda, aunque los ideales revolucionarios promulgaran lo contrario. Tan sólo se podría destacar un aspecto positivo, pero también discutible: la alfabetización de todos estos pueblos mediante sistemas basados en la trascripción al cirílico de determinados dialectos de las respectivas lenguas y la publicación de diccionarios y de la literatura propia. Los negativos, por su parte, son innumerables: contaminación como consecuencia de la explotación de productos petrolíferos, la deforestación, la destrucción de sus modos tradicionales de vida, el alcoholismo -problema de envergadura que comparten con las tribus que habitan en Alaska, el Norte de Canadá y Groenlandia (aleuts, inuits…), pues hay indicios de que los nativos americanos sean descendientes de los pueblos siberianos que cruzaran el Estrecho de Bering durante la última glaciación-, contaminación cultural eslava, explotación turística de la región desde la caída del Telón de Acero… Estas consecuencias son las más visibles del daño que el poder dominante ha infligido a estos pueblos; pero también el oscurantismo que siempre ha caracterizado al gobierno soviético y ahora al ruso ha mantenido oculto otro de no menor relevancia: el desplazamiento forzoso de pueblos enteros a otras zonas alejadas de sus tierras -a veces a cientos de kilómetros- para realizar pruebas balísticas de misiles de largo alcance y potencialmente nucleares desde el Báltico a la Península.

Todos estos hechos junto con la falta de oportunidades en estas remotas regiones y el consiguiente proceso de emigración, la pérdida de la identidad cultural de gran parte de la población, el mestizaje con los eslavos, el desprecio y el aislamiento que sufren de facto o su adaptación forzosa a un modo de vida que no es el suyo, han potenciado y permiten que todos estos pueblos estén en mayor o menor medida condenados a desaparecer, a ser absorbidos por el poder dominante, a pesar de los esfuerzos que en los últimos quince años ha realizado el Gobierno de la Federación por revertir un proceso que parece imparable.

Fuentes bibliográficas

Aspectos generales de la etnografía koryak en la página del Dr. Alexander King de la Universidad de Aberdeen

Azulay, E. & Allegra, H. (eds.) (1995). The Russian Far East. New York: Hippocrene Books.

Centre for Russian Studies.

Foreign Economic Relations and Tourism Division of Kamchatka Oblast.

L’Auravetl’an Indigenous Information Center.

Lincoln, B. (1993). The Conquest of a Continent: Siberia and the Russians. New York: Random House.

Olson, J.S., Pappas, L.B. & Pappas, N.C.J. (1994). An Ethnohistorical Dictionary of the Russian and Soviet Empires. Wesport: Greenwood.

Scott Polar Research Institute. Cambridge University.

Shamanism among the Peoples of Western and Eastern Siberia

Soviet Union: The Big Problems of Small Ethnic Groups

The Red Book of the Peoples of the Russian Empire.

 

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ÍNDICE

Materia - Revolución

Un aposento para el fantasma: el androcentrismo en Medicina. Emilia Martínez Morante

La revolución en medicina. Tengo un amigo diabético... Alfonso Lluna Carrascosa

Reflexiones sobre el Viejo Mundo. Antonio Martínez López

Revolucionarios. Hilario J. Rodríguez

Revolución rusa y revolución mexicana. Hilario J. Rodríguez

De La Marsellesa a Eurovisión. Pablo Pacheco Torres

Varia

El nuevo cine rumano o la pasión por la verdad. Sandra Istambul y José Ángel Martínez

Un ejemplo de análisis de una obra barroca: la Fuga BWV 856 de Juan Sebastián Bach. Enrique Lacárcel Bautista

Una aproximación analítica al primer movimiento del Concerto de Manuel de Falla.
Olga Domínguez de León y Enrique Lacárcel Bautista

La traducción de un pregón callejero: la ópera El retablo de maese Pedro de Manuel de Falla. Laura Santana Burgos

Dos miradas poéticas: dos mundos poéticos actuales (José Antonio Mesa Toré y Juan Carlos Abril). Mariano Benavente Macías

Breve paseo por los confines: la península de Kamchatka. Carlos Sánchez-Cantalejo Jimena

Anomia: explorando el territorio... sin mapa. Lorenzo Higueras Cortés y Judit Bembibre Serrano

Glosario de (contra)psicología y guía de conversación: (II). Adaptación. Lorenzo Higueras Cortés y Judit Bembibre Serrano

Galería

Revolución. Sandra Istambul

Instantáneas. Marta Iglesias

Lecturas y relecturas

Il Sant’Alessio de Stefano Landi. Francisco José Comino Crespo

RILKE, Rainer Maria. Poemas a la Noche (y otra poesía póstuma y dispersa). Barcelona, DVD, 2008. Juan José Ramírez

Sobre Echado a perder de Carlos Pardo. J.J.R.

La novela perversa. Rodríguez, Hilario J. (2004). Construyendo Babel. Salamanca: Ediciones Témpora. Judit Bembibre Serrano

La espiral del mito.
Calasso, Roberto. (1990). Las bodas de Cadmo y Harmonía. Barcelona: Anagrama. J. B. S.