Pablo Pacheco Torres | Descargar PDF
Recientemente, determinados sectores de la población de este país se han echado las manos a la cabeza al ver el “ridículo” que ha hecho España en Eurovisión mediante la interpretación de lo que consideramos ha sido una “broma musical” hacia nuestros vecinos europeos. Pues no piensen ustedes que la “mofa musical” es nueva en nuestro país. No. España, un pueblo folclórico donde los haya, ya había sido capaz de utilizar el arte sonoro para burlarse de otros países en contextos mucho más trágicos que el festival de Eurovisión (sin menospreciar la tragedia que para nuestros oídos supone cada año dicho festival europeo).
Una de nuestras más preciadas burlas musicales tuvo lugar durante los años de la Guerra de la Independencia española (1808-1814), tema de rabiosa actualidad ya que durante el corriente celebramos el bicentenario del comienzo de esta guerra. En 1808, Napoleón usurpa el trono a los monarcas españoles, colocando a su hermano José I (conocido por los españoles como Pepe Botellas, José Pepino, José Malaparte o el Rey plazuelas) al frente del gobierno español. El pueblo madrileño, al ver como ante sus ojos se llevaban al último representante de la corte española (el joven infante Don Francisco de Paula) se subleva en la jornada del dos de mayo. Esta sublevación fue rápidamente acallada por las tropas francesas, que se encontraban cerca de la capital española desde hacía varias semanas. Sin embargo, en julio de ese mismo año, las tropas nacionales vencen a las “águilas imperiales” en los campos de Bailén, situación que permitió el avance de las tropas españolas sobre la capital. La nueva corte francesa decide abandonar Madrid a principios de agosto de 1808, ante la alegría de los madrileños, que durante estos meses dieron por finalizada -y ganada- la guerra contra el invasor francés.
Fruto de este entusiasmo popular momentáneo surgieron numerosas coplas y canciones que inundaron las calles madrileñas durante esos días. En estas coplas, o bien se atacaba -mediante la ridiculización y el insulto- al francés, o bien se exaltaba el valor de las tropas españolas y de sus héroes. De acuerdo, hasta aquí el comportamiento del pueblo español entra dentro de lo lógico, de lo políticamente correcto. Pero el pueblo español, en cuestiones de canciones y bailes, siempre muestra cierta tendencia a “sacar los pies del plato”.
La lírica popular española dio origen a una canción [1] que irónicamente debía cantarse con la música de ¡¡La Marsellesa!! Sí, al pueblo español le supo a poco el burlarse de los franceses solamente con letras y música propias, por lo que utilizó la música de La Marsellesa (declarado himno nacional francés el 14 de julio de 1795) para ridiculizar aún más a los infames invasores. Este hecho, no obstante, tiene su lógica: difícilmente los franceses se verían intimidados por unas coplas cantadas en un idioma desconocido, pero pueden imaginarse ustedes la cara que se les debió quedar a las “águilas imperiales” al ver su propio himno entonado por gargantas enemigas. Seguro que las tropas francesas no necesitaron de ningún traductor para darse cuenta de que el pueblo español no debía traerse nada bueno entre manos al entonar su himno patrio.
El literato madrileño Ramón de Mesonero Romanos [2] indica que la letra de esta “Marsellesa española” decía así:
A las armas corred, patriotas,
a lidiar a morir o a vencer;
guerra eterna al infame tirano,
odio eterno al impío francés.
Patriotas guerreros,
blandid los aceros
y unidos marchad,
por la patria a morir... o triunfar.
¡A morir... o triunfar!
Otro investigador, José Gella Iturriaga [3], también ha hecho mención a este uso del himno nacional francés por parte de las tropas españolas, pero le atribuye otro texto:
A las armas corred, españoles,
de la gloria la aurora brilló;
la nación de los viles esclavos
sus banderas sangrientas alzó.
¿No escucháis en los campos vecinos
los infames franceses bramar?
¿No los veis con frenética furia
los hogares del pobre talar?
Los fuertes aceros,
patricios, guerreros,
al punto empuñad:
marchad, si, marchad.
Resuene el tambor,
veloces marchemos
y la sangre española venguemos
derramada con ciego furor.
Fuego y sangre españoles valientes
son los polos de la libertad;
guerra, guerra al tirano y su gente
guerra, guerra, briosos clamad.
Despertad, españoles valientes,
que escucháis de la patria el clamor;
quien no acuda a salvarla brioso
será indigno del nombre español.
Así pues, mientras que los franceses nos asediaban con sus cañones y tropas bien uniformadas, el pueblo español les arrojaba su propio himno nacional convertido en una canción antifrancesa. Este “fuego cruzado” entre las águilas imperiales y los guerrilleros españoles acabó lógicamente en favor de los franceses, que volvieron a entrar en Madrid en diciembre de 1808. No obstante estas coplas ya habían entrado a formar parte del folclore español. Estas letrillas se seguirían cantando durante los años siguientes, coplas que sin duda se podrían considerar como una de las principales “mofas musicales” de este país.
Notas
[1] El literato costumbrista Mesonero Romanos define a esta canción como un himno guerrero.
[2] Mesonero Romanos, Ramón de. Memorias de un Setentón. Madrid, Publicaciones españolas, 1961. Pág. 93.
[3] Gella Iturriaga, José. “Cancionero de la Independencia”, en II Congreso Histórico Internacional de la Guerra de la Independencia y su época (II Vol.). Zaragoza, CSIC, 1964-1966.
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